Hacía
casi un año que había dejado de escribir, pero hoy supongo que es necesario
hacerlo… Tanto bagaje acumulado conlleva a armar dramas hasta por antojo de
donas; eso lo pude corroborar cuando ayer estallé en sollozos gritando: “Basta de esta situación, no puedo más… Voy
por una dona”. Y consecuentemente, estamos en el mismo lugar de hace 12
meses sólo que en diferente situación y acompañado de diferentes personas; el
melodramático siguió ahí, pero con nueva temporada y nuevo elenco, ¡nunca me lo
hubiera imaginado! (marque * para
escucharlo a manera de sarcasmo después del tono).
El
punto es ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?, etc. Justo cuando dices ya no puedo
superarme en estupideces, llegó diciembre, sus posadas y mi espectáculo final
de 2012 (¿por qué no? ¡porque quiero y puedo!). Corte A: Tú, la cocina y 20 cupcakes en el horno para alguien; quién sabe cómo demonios
llegaron ahí, quién sabe cómo llegaste al pasillo de harinas en el supermercado
y quién sabe cómo escogiste una bolsa a cuadros azules con asa de listón blanco.
Corte B: Me quedé con los cupcakes en
la bolsa porque pasaron 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 días; y no supe nada más. Al
noveno día estaban duros; y como todo orgulloso dramático, escogí la hora
exacta para tirar uno a uno con singular ira en el bote de la basura del
porche. Confieso que algunos rebotaron hasta mitad de la calle, y creo que el
vecino me vio con cara de: “¿Y a este
loco qué le pasa? ¡Que me regale un cupcake!”.
¡Bam!
Estableces tu nuevo récord (aplausos, por favor). Entonces, diciembre no fue un
buen mes después de todo, tiré los cupcakes
mas no la bolsa y aún la conservo. Todavía pienso que es algo demasiado bonito
por fuera, pero que quedó vacío por dentro (cri,
cri… sin comentarios); y no he sido capaz de romper esa bolsa en pedacitos
diciendo: “Soy un idiota, soy un idiota,
soy un idiota… Amén” (que me caiga un rayo como castigo divino por blasfemo, no me
importa). Realmente los cupcakes no
me tomaron mucho tiempo, una hora tal vez, aunque para mí significaban mucho…
tal vez para ese alguien no lo eran.
No quise hacer nada más, me quedé congelado, no cupo en mí ni siquiera un
reproche inmediato de una despedida frustrada… Llegué al limbo, vagando por
las calles frías, descalzo; sin esperanzas, sueños e ilusiones (está bien,
exageré, no anduve descalzo vagando por las calles… usé sandalias). Al final,
tuve que hacer lo mejor que pude con lo poco que me quedó y enmudecí.
Fueron
unas vacaciones extrañas, llegó enero y un mensaje de año nuevo que parecía
sacado de una tarjeta de Hallmark, el
cual al leer dije: “¿Es en serio? ¿Esto
me merezco? Una e-card de gusanito.com con Cowco en poses navideñas
sugerentes, ¡sería lo mínimo que esperaría recibir!”. De nuevo, enmudecí y no hubo respuesta, no estaba enojado sino lastimado… Fue una de
esas situaciones donde quieres mucho a alguien
y no puedes odiar sino hacer nada porque ya lo hiciste todo. Y a partir de ahí descubrí que había
una nueva forma de mandar mensajes: likes
en Facebook. Después de un estudio
socioestadístico (creo que acabo de inventar una palabra), concluyo que existe
un 90% de probabilidad de que al escribir cualquier cursilería en inglés
finalizada por un True Story, obtendrás un like de quien no tiene palabras para justificarse/disculparse/romper
el hielo/bla bla bla.
Y
henos aquí, en pleno febrero y llega un mensaje cuyo subtexto para mí era
básicamente “o hablas o hablas”, el
cual pensé que era un ultimátum/amenaza/reproche/grito desesperado/whatever. Esta vez no guardé silencio y
dije todo lo que pensaba… Se rompió el mes y medio de limbo, ahora no sé ni dónde estoy ni a dónde voy.
Nada gané jugando al fugitivo ni intentando esconder mis emociones con mensajes
y likes en Facebook, pero tampoco nada ganaré volviendo al juego del sí y el no. Después de todo, eso siempre ha sido un no; y hoy, sólo queda seguir con lo que es realmente importante
(tratar de ser feliz por mí mismo) y evitar que se vuelva a repetir el
episodio de los cupcakes abruptos y
escandalosos.
Y la
bolsa a cuadros azules con listón blanco de asa sigue ahí, como ese alguien… Y ahí se quedarán, como recuerdo en el cajón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario