miércoles, 15 de diciembre de 2010

El Rompecabezas Inexacto del Corazón con 1,000,000 de Piezas

¿Sabes lo que es armar un rompecabezas con más de 1,000 piezas de una fotografía de cielo y nubes? Una labor titánica, tanto como fingir castidad y pureza frente a las “Monjas Prófugas del Maquillaje” que me dieron clases de literatura en la secundaria y la preparatoria; por lo tanto, acabas volviéndote completamente loco queriendo embonar piezas que tú juras que son las indicadas y llegas incluso a romperlas (duele demasiado créeme, y más cuando el rompecabezas es alemán, importado y costó mucho más que la dignidad de las celebridades en tanga de la televisión local). Y tal vez sea el hecho de que siempre quiero emular mi vida romántica (tan inexistente y nula en estos momentos, porque ¡claro! si hasta una roca asexual tiene más aventuras sentimentales que yo... aunque siempre soy optimista con que el amor de mi vida estará a uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete o n... ¿kilómetros a la redonda?) con experiencias propias de la infancia como el columpio o las películas del “Príncipe Azul” de Disney, pero pienso que a veces el buscar a nuestro complemento o “Media Naranja” (cito a la famosa intelectual surrealista Fey a sus más de 60 años en estos momentos) implica tener frente a nosotros un rompecabezas con 1,000,000 de piezas.
¿Por qué un rompecabezas de 1,000,000 de piezas? Pues es tan simple, como el hecho de describir la complejidad que envuelve lograr que todo eso quede armado en forma correcta (fantabulosamente contradictorio si volvieras a leer ese último enunciado), dígase de esta manera: los corazones de todos nosotros forman parte de un rompecabezas con setenta veces siete piezas (cito a nuestro querido amigo Jesús, aquel chico buena onda del Nuevo Testamento) y todas estas piezas idealmente tienen que embonar una a una para formar una secuencia, donde todos seamos felices y vayamos de la mano sobre la pradera coronada con un flamante arcoíris incluyendo al duende y la olla de oro al final de éste. Sin embargo, tomando en cuenta que se aplican los principios del Melodrama, Columpio y Príncipe Azul en combo directo y sin escalas; se presenta frente a nosotros la necedad de querer embonar nuestro corazón con las piezas erróneas, llegando incluso a destrozarlas (como en el caso del rompecabezas imposible del cielo y las nubes con sus 1,000 piezas). Entonces, teniendo una cantidad infinita de corazones que actúan como piezas; se produce una reacción en cadena donde, por increíble que parezca (¡jamás me lo pude haber imaginado! Inserte Aquí el Sarcasmo), se acaban lastimando unos a otros al querer ensamblar su corazón con aquél equivocado trayendo consigo el famoso trastorno maniático-melodramático-compulsivo con dosis de llanto y euforia (véase “Melodrama y Galletas de Animalito”).
¿Y cuál es el afán de querer ensamblar dos corazones que no son afines? Yo lo he hecho, y aún no entiendo completamente este fenómeno del “Embonamiento Forzado Emocional”; pero puedo decir a mi favor que es una extraña sensación, la cual te lleva a pensar que una relación tiene que darse porque el famoso “Destino Sabelotodo” dicta tal tragedia melosa (espero que algún día ese estúpido destino erudito me diga cuándo es necesario traer un paraguas si vas caminando por la calle y te sorprende la lluvia, así no terminaría como spring breaker talla 34D en pleno concurso de camisetas mojadas). Entonces, este embonamiento determina que aquel “Príncipe Azul” con apellido “Pieza Errónea” es la persona indicada en TODO lo que realmente necesitamos en una relación; sin embargo, ¿qué podría incluir aquel TODO? ¿Compañía, físico, sentimientos, forma de pensar, posición, bonita letra? Recordando los principios del “Ideal Perfecto” y el “Ideal Imperfecto” (véase “El Príncipe Azul y la Princesa Rosa), los “Ideales Perfectos” no existen y lo único que traen consigo es el terminar rogando por amor con quien no debemos lastimándonos en el hecho. Ese TODO es mera ilusión (inducida también, tal vez, por oler en exceso barniz de uñas color azul eléctrico), y lo único que hacemos es columpiarnos a mil por hora; por lo tanto, estamos obligando a que nuestro corazón se acople a la “Pieza Errónea” con el grave riesgo de despedazarlo. Y aún así, existimos las bestias de la creación que seguimos queriendo ensamblar el corazón con quien no debemos e ignoramos a quien está cerca de nosotros como la “Pieza Correcta”.
¿Y qué es la “Pieza Correcta”? ¿Con qué se come? ¿Es parte de una sociedad secreta? ¿En qué árbol se da? Pongámoslo de esta forma: ¿qué pasaría si aquella pieza que parece la menos indicada resultara ser la que completa el rompecabezas? Sí, la que jamás nos hubiéramos imaginado (esta vez sin sarcasmo de por medio). Porque es tanto el tiempo que invertimos en ensamblarnos con corazones ajenos inútiles, que no nos detenemos a observar lo más obvio y sencillo frente a nuestros ojos. Ahí está la “Pieza Correcta”, el “Ideal Imperfecto”, que aparentemente no cumple con el TODO pero en el fondo nos complementa. No obstante, somos viles bestias (de nuevo me incluyo en este calificativo) y alegamos que no hay química con la “Pieza Correcta”; sin embargo, esto no es cuestión de química o física, sino de aceptar a las personas como son y tener un propósito firme en construir una relación que rinda frutos en el futuro llenándonos en forma plena. Porque después de todo, ese rompecabezas de 1,000,000 de corazones merece estar armado con piezas sanas y no rotas; luego entonces, ¿cuál es el afán seguir haciéndonos daño unos a otros? ¿Es necesario que sigamos rompiendo corazones a diestra y siniestra? ¿Qué ganamos forzando una relación, que simplemente no es, sólo porque el famoso “Destino Sabelotodo” nos lo susurró al oído? Cuando podemos ser felices con la “Pieza Correcta” que está al lado nuestro diciéndonos “Soy lo que necesitas para estar completo”.