martes, 23 de noviembre de 2010

El Príncipe Azul y la Princesa Rosa

De cierta manera me he dado cuenta que tengo una fijación con los colores azul y rosa, obviamente todo en tonos pastel por aquello de la dulzura y el “vivieron felices para siempre” (de ahí que a veces por mis venas corra caramelo y no sangre, debido a tanta cursilería que pasa por mi mente segundo a segundo). Por ello, confieso que siempre estoy fantaseando con la historia del Príncipe Azul y la Princesa Rosa en la cual todo es dicha y felicidad al ser uno el complemento perfecto del otro. Entonces, podemos darnos cuenta que el famoso “columpio emocional” (leer “El Columpio Color Rosa Mexicano y Tú” para mayores referencias) se convierte en una parte vital de toda esta fantasía; donde los pájaros trinan cual primavera, aunque sea invierno y se nos esté congelando la existencia a -10 °C.
Pero, ¿acaso el Príncipe Azul y la Princesa Rosa son la perfección en su máxima expresión? Pues tal parece que, de acuerdo a Walt Disney con sus infames y perversas películas de princesas estilo frígido-virginal-hampón-cómico-mágico-musical, este arquetipo es algo inherente en todos aquellos que crecimos viendo ese esplendoroso material cinematográfico. Es preocupante, dado que realmente terminamos sesgados en buscar siempre a ese “Ideal Perfecto” que logrará satisfacer todas nuestras necesidades y exigencias habidas y por haber: físico (no entremos en detalles turbios, porque esto se convertiría en un compendio de dimensiones y tamaños corporales, y sólo hablemos del plano físico en todas sus acepciones), emocional (que nos ame con pasión y con locura cada segundo hasta llegar a niveles orgásmicos, lo cual en mi caso sólo me lo ha causado la ingesta continua de 4 barras jumbo de chocolate), posición (todos tenemos un “Yo Trepador” y aplicamos la “Filosofía Teresa” ya sea en mayor o menor grado… ¡no lo nieguen!), educación (¡sí! a veces nos importa hasta en cuál jardín de niños aprendió a moldear plastilina para analizar nuestra complementariedad), etc.
Por lo tanto, nuestra búsqueda se convierte en un proceso interminable tan eterno como la soltería de nuestra típica tía “La que NUNCA se Casó”. Y es que ponemos tantos requisitos, que cualquier date parece una entrevista laboral (estoy a punto de llevar mi Currículum Vitae la próxima vez que salga a cenar con algún prospecto, sería más fácil y más si también llevo cover letter). Por consiguiente, al final del camino nuestra búsqueda termina sin frutos y terminamos donde empezamos (¡en plena soledad! y hasta escalofríos dan con sólo leerlo); como si esto fuera un juego de serpientes y escaleras, donde la serpiente malévola de la exigencia y el rechazo nos lleva de nuevo a la casilla uno. Entonces, si esto se torna en un círculo vicioso, podríamos llegar a la desesperación donde la utopía del Príncipe Azul y la Princesa Rosa es buscada hasta por debajo de las piedras: internet (¡no funciona y encuentras cascajo, aprendan por favor!), clasificado en el periódico (los viernes no cuesta, por cierto), volantes puerta por puerta (¡ofrecerse a domicilio! esto sería el colmo y tocar fondo), citas a ciegas (con el riesgo de que un monstruo toque a tu puerta y le eches agua bendita encima), etc.
Viendo este panorama desolador, tendríamos que contemplar la posibilidad de la existencia del “Ideal Imperfecto”; sí, aquel que no llena todas nuestras expectativas al 100% pero es alguien que por circunstancias del destino llega a nuestra vida. O hablando en términos llanos y simples, una persona normal con defectos y virtudes; quien por ningún motivo llegará en un corcel blanco a rescatarnos de la torre propiedad de la malvada bruja Soledad, donde llevamos recluidos toda una vida. Y aquí es verdaderamente donde debemos poner los pies en la tierra, y abrir los ojos hacia esto: LOS PRÍNCIPES AZULES Y LAS PRINCESAS ROSAS NO EXISTEN, Y MUCHO MENOS CAEN DEL CIELO. Una relación no podría ser todo el tiempo miel sobre hojuelas, habrá altas y bajas, el otro nunca será perfecto y el drama siempre estará presente a la vuelta de la esquina (leer “Melodrama y Galletas de Animalito” para mayores referencias). Sabemos que tenemos mucho que ofrecer, y de cierta manera por esa razón exigimos también bastante del otro, pero siempre habría que ceder en ciertas cosas para realmente disfrutar de ese “Ideal Imperfecto”. Y si bien algunos afirmarían que es vil conformismo y “Filosofía Es lo que Hay”, siempre existe el futuro donde una relación puede evolucionar y hacernos felices el uno con el otro tal cual podríamos llegar a ser.
En conclusión, supongo que he vivido todo este tiempo engañado con mi fantasía y ésta se quedará justamente en el cajón de “Aquello con lo que Alguna Vez Soñé como Adolescente en Éxtasis Hormonal”. Y aunque al principio tal desengaño pueda ser cruel con nuestro corazoncito de azúcar, esto en el largo plazo ayudaría de sobremanera y nos quitaría de la cabeza el complejo “Princesa de Walt Disney”. Además, seguir estando sesgados a cierto sueño puede llevarnos a cometer grandes estupideces, como el rogar por amor con quien podría ser el sujeto de tal irrealidad (situación humillante e imbécil, pero melodramática a fin de cuentas). Finalmente, la eterna búsqueda de esta supuesta fantasía nos podría impedir darnos cuenta que cerca de nosotros está aquel “Ideal Imperfecto”; con quien sólo, diciéndole a la cara un “te quiero aquí conmigo”, baste para destruir juntos la toxicidad melosa del Príncipe Azul y la Princesa Rosa.